viernes, 22 de octubre de 2010

Porque tu nombre lo vale.


Esta semana se está celebrando la semana “Moda de Sevilla” en su ya VI edición, que viene a ser como la prima de provincias de la “Cibeles Fashion Week”, y menos mal que no la han llamado “Giralda Fashion Week”, que hubiera sido otro cóctel de vocablos en inglés on the rock; por aquello de la piedra monumental, no por el hielo.

En un par de ocasiones he podido dar una vuelta por allí, y comprobar que después de seis años aún no acaba de despegar este proyecto de pasarela internacional; por descontado que un muy ambicioso proyecto.
Le echaremos la culpa a la ya manida “cosa”, porque ya sabemos que “la cosa está mu mala”.

Pero dejando a un lado el momento que vivimos, donde todo lo superficial se ha convertido en algo más que un lujo banal, con este tipo de muestras me surgen un batallón de preguntas, preguntas como: ¿qué se vende en el mundo de la moda?, ¿a qué aspira un joven diseñador?, ¿a dar rienda suelta a su creatividad y que ésta sea valorada y muy bien vendida?, o por el contrario el fin último es conseguir prestigio no de la obra en sí, sino más bien del nombre mismo, de unas siglas, o de un logo identificativo…

Porque a todo esto hay que añadir que, también esta misma semana, ha surgido la noticia del nuevo vestuario del equipo de fútbol del Real Madrid, con una nueva sastrería de la categoría de Pedro del Hierro.
Y ahora viene la gran pregunta: ¿dónde está Pedro del Hierro?, cuando las últimas noticias hablan de palabras tan poco fashion como: desahucios y albergue municipal para indigentes.
Parece que al final sólo queda de él una “P” y una “H” con una “d” pequeñita en medio.


lunes, 18 de octubre de 2010

Una historia real, como la vida (y la muerte) misma.


La última voluntad del patriarca era clara:
“Que sus cenizas fueran esparcidas en la Bahía de Cádiz desde el puente Carranza”.

En principio no parecía algo muy complicado por la distancia cercana a Sevilla, pero aún así tan sólo uno de los hijos fue el único que se ofreció a cumplir el deseo del difunto. De tal modo que a la mañana siguiente cogió la urna funeraria, y en compañía de su esposa, se encaminaron hacia la ciudad vecina.

Al llegar allí paró el coche en la parte más alta del puente, se bajaron y se dispusieron a realizar el acto de despedida; cuando de repente todo empezó a torcerse.
El tarro que no quería abrirse, y la megafonía del puente que empezó a llamarles la atención:
“Está prohibido parar en el puente, hagan el favor de continuar la marcha”.
Estaba claro que con los nervios del momento, las manos sudorosas, y la presión del que vociferaba por los altavoces, lo mejor era desistir del intento.

Era un intento fallido, sin embargo el voluntarioso hijo no iba a claudicar a la primera.

Ya fuera del puente, estacionaron el coche y trataron de nuevo abrir la tapa metálica que se les resistía. Pero aquello era imposible que cediera, habría hecho vacío con el calor, o se habría pegado con algún residuo, o ¡vaya usted a saber!

Desde luego no podían perder la calma, y pensaron una solución: buscar una ferretería en Cádiz, comprar un buen punzón, y agujerear con él la tapa para poder tirar las cenizas con urna incluida, con idea que se hundiera en el mar al llenarse de agua por los orificios.

El hacer los taladros fue físicamente fácil, pero a la mujer no se ocurrió más que decir:
“Es para verte, apuñalando a tu padre después de muerto”.
Y los dos empezaron a reírse, con esa risa nerviosa que acaba en lágrimas, más cercanas a la tristeza que otra cosa en tales circunstancias.

Ya con aquel “salero” gigante listo para ser lanzado, volvieron al puente, aunque esta vez desde más abajo, donde no estaba prohibido parar el coche. Ambos dijeron unas palabras de despedida antes de tirarlo al mar lo más lejos posible, y se quedaron a ver cómo desaparecía.
Pero aquello no se hundía, cabeceaba y cabeceaba como una extraña boya, y los boquetes del colador artesano que no dejaban de mirar al cielo sin permitir que entrara el agua, mientras se alejaba y se alejaba con el vaivén de las olas bailonas…
“¡Mi padre! ¡Que se me escapa! ¡Ayúdame a hundirlo Mari!”

A pedrada limpia. Ese fue el último adiós antes de dejarlo aparecer flotando por las Américas, cuando su última voluntad era descansar en la Bahía gaditana.
Deseo cumplido, sí señor.


domingo, 10 de octubre de 2010

Sábanas fuera.



Durante todo este tiempo pasado ha podido parecer que teníamos aquí una fiesta privada, privada y exclusiva, sin cuya invitación era imposible entrar.

Nada más lejos de la realidad, la dura realidad, porque la auténtica realidad es que esto ha estado cerrado sin más, sin música ni cócteles, sin risas ni canapés... solo, sin nadie; pero con todos los muebles tapados con sábanas para evitar que el polvo se colara.
Qué tontería cuando al final todo se vuelve polvo, porque somos sólo eso: polvo.

Esas sábanas ya han cumplido su auténtico cometido, como es enjugar muchas lágrimas saladas o vestir al querido difunto, y creo que ya va siendo hora de quitarlas para seguir adelante.

El día de hoy también ha influido para volver, el 10-10-10.
Pensar que podremos ver los once y los doce, pero imposible que vivamos la siguiente fecha mágica: 01-01-01.
Y es que estamos por aquí cuatro ratos, y no nos queremos enterar hasta que algo nos sucede. Luego, cuando pase más tiempo se olvidará, y un nuevo golpe nos hará caer otra vez en la cuenta. Y así vamos.