jueves, 28 de mayo de 2009

Rebobinando.


Me alejaba del lugar, lleno de veladores, todos repletos de oficinistas desayunando; sin mirar atrás y agradeciendo no haber perdido mis gafas de sol por los aires.

El primer pensamiento fue para mi pobre madre, porque le ha pasado lo mismo muchas veces; y yo encima le he reñido: “Pero ¡¿cómo has estado?!”. Definitivamente tienen razón quienes bromean con que ya me han visto con ochenta años, por lo mucho que me parezco a ella. Y ahora me aguanto.

El dolor en la rodilla me decía que algo tenía, pero no levanté el pantalón vaquero para mirar. La mano también me dolía, y esa sí estaba magullada a simple vista. Aunque lo peor era el hombro (y de rebote la cabeza), así que el instinto fue girarlo y girarlo, como cuando caliento antes de nadar; esta vez acompañado de un molesto pitido en el oído.

Hubiera agradecido estar más tiempo tumbada en el suelo mirando al cielo, a ese alto edificio de oficinas, esta vez visto desde una nueva perspectiva. Incluso hubiera agradecido también que me tragara la tierra. ¿Por qué la gente acude a levantar tan precipitadamente sin preguntar? El diligente chico que me subió del lado izquierdo me hizo aun más daño.

Es muy curioso, pero ahora lo recuerdo todo como a cámara lenta, sin sonido en un lugar tan concurrido, y en blanco y negro.

Un traspié –creo que puedo recuperar el equilibrio-. Dos traspiés –ya creo que no puedo-. Esos traspiés han sido como coger carrerilla para echar a volar, porque fue lo más parecido a eso: volar por los aires para aterrizar sin control.

Y mira que cuando llegué y vi que habían sustituido los escalones de entrada por una enorme rampa, me pareció una muy mala idea no dejar al menos un trozo de escaleras.
Nunca me han gustado las rampas, y ahora mucho menos.


martes, 26 de mayo de 2009

Esto sí que es evangelio.

Nunca hago entradas con escritos ajenos (exceptuando los poéticos), pero este artículo es de los de “Amén”.
A parte que es todo un honor, y hasta un deber, contribuir a su difusión.


DIARIO DE SEVILLA, 21/03/09

No se lo digas a mamá...

Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres.

Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres.

Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella.

Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.

El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual.

Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.

Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.

Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia.

Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé?

Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.

Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada.

Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres.

Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto?

Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la necesitas".

Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola. Porque soy su madre.

Mariló Montero

Mariló Montero es periodista, esposa (de Carlos Herrera, también periodista) y madre (de una adolescente).
Es por esta última faceta por lo que quizás está más capacitada para decir lo que ha escrito en este artículo.

viernes, 22 de mayo de 2009

En el país de nunca jamás.

Érase una vez un país donde nunca pasaba nada. No es que nunca ocurrieran acontecimientos, sino que sucediera lo que sucediera la reacción siempre era la misma: “y… ¡no pasa nada!”.

Que te haces asquerosamente rico a costa de las arcas municipales, y aunque se descubriera el pastel e hicieras una visita turística al cortijo de las rejas; al final: ¡no pasa nada!

Que haces tres cuartas partes de lo mismo, pero esta vez en una entidad bancaria, con la variante de diecinueve años buscando a Curro por el caribe; al final: ¡no pasa nada!

Que lo que te gusta es más bien enriquecer tu instinto sádico, convirtiéndote en el descabellado Sherif con placa de tu pueblo; al final: ¡no pasa nada!

Todo esto sin sangre de por medio, que si añadimos los fluidos, la indignante pringue tendría que ser mayor; y sin embargo, al final: ¡nunca pasa nada!

martes, 19 de mayo de 2009


AMOR DE TARDE


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

lunes, 18 de mayo de 2009

Soltando lastre.


Años sin usar reloj.
Muchos más sin oro, apenas plata y mucha hojalata.
Tratando que esos años no pesen y que sus goteras no calen; intento inútil de impermeabilidad.
Sin mirar el contenido de la cartera, de la pequeña libreta con números, y de sus cartas directas a la basura sin abrir.
Día y noche deshaciendo nudos, líos, lazos, vínculos, ataduras... cortando amarras, rasgando unas velas, levando otras… desdén continuo de ese tesoro pirata que llaman amistad.

Y la imagen sigue ahí, en los límites que le marca el espejo. No naufraga en el hueco del lavabo, pero tampoco se eleva hacia el techo del baño.
Deben quedar más lastres por soltar.


viernes, 15 de mayo de 2009

La Filematología.


Al principio pensé que trataba algo de los sellos de correos pero, aunque también se estampan y la saliva suele acompañarlos, no tiene nada que ver. Resulta que esta ciencia se encarga del estudio de los besos, y además en toda regla.

Gran cantidad de médicos, psicólogos, sociólogos y antropólogos por todas las universidades, alrededor del mundo, emplean años de trabajo y estudio en averiguar más sobre ellos.

Porque no es cualquier cosa. Ese acto amoroso, que el 90% de las culturas del mundo siempre estamos dispuestos a realizar y a recibir, tiene tantos beneficios que casi debería ser de prescripción facultativa.
Si hablamos de pura química, la lista de hormonas desencadenadas resulta de lo más lujuriosa:
Oxitocina, “sustancia del amor”.
Dopamina, “productora del bienestar”.
Serotonina, “hormona del humor”.
Adrenalina, “gran renovadora de oxígeno”.
Y si además se reduce la producción de Cortisol, conocida como “hormona del estrés”. ¿Qué más se puede pedir?

Es muy interesante la distinción que hacen esos estudios, entre el hombre y la mujer, a la hora de besar.
Los hombres pueden tener perfectamente una relación sexual sin que medie beso alguno, pero si besan, lo usan como un potente detector, ya que con el nivel de pasión detectan las posibilidades de llegar a más. Pero no sólo eso, usan su lengua (licenciada en ciencias químicas, por lo menos), que al parecer contiene testosterona, para medir los niveles de estrógenos de la mujer, haciéndose así una idea aproximada del grado de fertilidad de su pareja. Y juro que no es broma.

Pero las mujeres no somos menos, y utilizamos el beso para verificar el sistema autoinmune de él, y averiguar si están ante un buen posible padre para sus hijos. Y sigo sin bromear.

De cualquier forma, tanto ellos como ellas (y ellos con ellos, y ellas con ellas, supongo; porque aquí nadie dice nada) en su inmensa mayoría tienen cosas en común, como que al besar inclinan la cabeza hacia la derecha, poniendo en marcha 29 músculos, para quemar digamos unas 15 calorías con un beso de 10 segundos. Ahí es nada.
Si a eso añadimos que al menos son necesarios 7 besos diarios para un buen equilibrio de cuerpo y mente, yo multiplicaría esa cifra por mucho más; sobre todo para quedarse hecha una sílfides en estas fechas de cara al verano. Y ahora sí que bromeo.



Emblemática foto de Robert Doisneau.
(Gentilly
, cerca de París, 14 abril 1912 )

miércoles, 13 de mayo de 2009

Todo un descubrimiento.

Y como sucede a veces, ha sido por casualidad. La fórmula fue:

Oigo de fondo la música de un anuncio en la tele + Salta la alarma en mi cerebro -me encanta- ¡vaya bolerazo! + Busco como loca en la red de quién se trata = ¡eureka lo encontré!

Ahora sólo hago preguntarme: ¿dónde estaba metido este personaje?, su biografía me lo aclara y a la vez lo hace más incomprensible.

Todo esto también me hace recordar la frase:
“Un camino de mil leguas empieza por un paso”
A Toni le ha costado muchos pasos, pero no ha desfallecido y ya ha llegado; gracias a eso no nos lo vamos a perder.

lunes, 11 de mayo de 2009

Caperucita Rosa.



Caperucita Rosa era, si te digo, más ingenua aún que la Roja.
Debía contribuir a tamaña candidez el color de las gafas que usaba, a juego con la caperuza; ella siempre tan conjuntadita.
Caro le costó, porque no tropezó con un lobo, sino con toda la fauna de lobeznos del bosque, juntos y por turno.

Alguno con los ojos muy grandes, para hipnotizarla y engañarla mejor.
Algún otro con las manos muy grandes, para aferrarla en contra de su voluntad.
Otros con las orejas muy grandes, sin ninguna utilidad porque nunca la escucharon.
Y más de dos con las bocas muy grandes, para embaucarla mejor a base de empalagosas parrafadas.

Ella a cambio les extrajo los colmillos a todos ellos; que por algo su mamá la obligó a hacerse dentista.

jueves, 7 de mayo de 2009

Musas noctámbulas.


Últimamente sólo me llega la inspiración entre sueños, y da demasiada pereza levantarse para escribirlos.
Habrá que esperar a que vengan musas diurnas. O como decía Picasso: “Si llega la inspiración, que me encuentre pintando”.

No os perdáis el vídeo si queréis “leerme” algo. Más o menos dice así…




martes, 5 de mayo de 2009

Ladrones de cajones.


En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón,
y cuando por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.

La chica de BUP casi todas
las asignaturas suspendió
el curso en que preñada
aquel chaval la dejó
y cuando en la pizarra
pasa lista el profe de latín
lágrimas de desamor
ruedan por la página de un bloc
y en él escribe
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.

El marido de mi madre
que en el último tren se largó
con una peluquera
veinte años menor
y cuando exiben esas risas
de Instamatic en París,
derrotada en el sillón,
se marchita viendo Falcon Crest
mi vieja y piensa
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.

Grande, Sabina.