Querida Andalucía:
Me decido a escribirte esta carta ahora que se acerca tu día, pero créeme que lo lamento, porque lo hago desde la decepción más absoluta, desde las fuerzas agotadas de esperar y esperar a que todos tus hijos nos sintamos andaluces de verdad y para siempre, lejos de provincianismos mediocres. Tú poco puedes hacer para remediarlo, somos todos nosotros: jienenses, cordobeses, sevillanos, onubenses, gaditanos, malagueños, granadinos y almerienses; los que no somos capaces de apreciarte en toda tu magnitud para conseguir así la unidad y fuerza que deberíamos tener a estas alturas de la historia.
¿En qué momento cada uno de nosotros hemos tenido ese pellizco de sentirnos tuyos, de estar orgullosos de ser andaluces? Yo por ejemplo, si miro hacia atrás y busco cuando tuve realmente conciencia de ti, me tengo que trasladar a la friolera de hace casi treinta años, el 4 de diciembre de 1977. Era mi primer año de universidad y participé con mis compañeros de clase en aquella Primera Manifestación por Andalucía. Recuerdo que íbamos muchísimas personas, tantas que apenas nos movimos del sitio, colapsando las avenidas. Todos “chuleta” en mano, intentando no desafinar demasiado con tu hasta entonces desconocido y complicado himno. Aquel día todas tus ciudades y pueblos se convirtieron en un océano inmenso de Verdiblancas: “verde de esperanza y blanca de paz”; claros conceptos que reflejamos hacia fuera, porque es cierto que somos gentes esperanzadas y pacíficas.
Llámame nostálgica, pero fue un momento único, histórico y pienso que hasta irrepetible. Nos habían zarandeado para ver qué caía y cayó fruto maduro, dulce y jugoso. Reaccionamos como nadie esperaba, ni siquiera nosotros mismos. Sorpresa colectiva cuyo único misterio fue escuchar la llamada interna de cada uno, lanzándonos a la calle para formar juntos un gran todo llamado ANDALUCÍA.
Y ahora, ¿Cómo te ves después de tantos años?, reconoce que te quedaste muy lejos de aquellos sueños e ilusiones. ¿Crees que tiene alguien la culpa?, ¿los políticos tal vez?, ¿le echamos la culpa a que eres muy grande?, ¿a que estuvimos divididos andaluces orientales y occidentales durante casi tres siglos y ese lastre se arrastra?, ¿tan difícil es “hacer piña”, cuando son tantas las diferencias entre nosotros?
Tal vez deberíamos empezar por estar orgullosos de pertenecerte, precisamente gracias a eso: porque eres GRANDE y porque eres DIVERSA, y ambas cosas son siempre RIQUEZA en todos los sentidos.
Sin más, se despide una andaluza, que así se siente a pesar de todo.