lunes, 29 de septiembre de 2008

La biolingüística.


Llamado así al proceso evolutivo de la lengua en el ser humano.

No sólo engloba biología y lingüística, sino también neurología, psicología, genética… y alguna más. Pero a pesar de toda esta parafernalia de materias, la lengua no es un fósil -aunque algunas ya estén muertas-; la lengua en sí es uno de los recursos más vivos que podamos disfrutar.


La lengua late y respira, la lengua siente y se resiente, es vulnerable y se deja influenciar, nunca se inmuta y siempre se muta, no duerme aunque se despereza continuamente, evoluciona sin descanso, unas veces más lento y otras más rápido como en estos momentos, donde la lengua está teniendo transformaciones tan fuertes, que hace tan sólo unos pocos años eran inimaginables.


Y todo esto pienso que es por tres simples, llamémoslas “movilidades”:

1.- Movilidad en el espacio. Las personas con sus lenguas viajan más y se mezclan más, dando como consecuencia una gran incursión de nuevos vocablos.

2.- Los teléfonos móviles. Con los económicos mensajes de texto provocando -y lo digo como me duele- un auténtico destrozo del lenguaje, por ceñirse al límite de caracteres. Ya con eso salen muy caros a la larga.

3.- La cómoda comunicación a través de Internet creándose un lenguaje muy sintético. Hay que decir mucho en pocas palabras, con la añadidura que en este lenguaje nos faltan matices, tonos, gestos, miradas… y no sigo por no dejarlo más pobre aún.


Si miramos no muy atrás, medios de comunicación como televisión y radio fueron las encargadas de otro gran empuje evolutivo.

Recuerdo las riñas que me ganaba en casa por decir palabras tan mal sonantes entonces como: “vale” o “al loro”; encima yo para arreglarlo me llegué a comprar el “Diccionario del pasota”, de José Luís Coll.

Y palabrita del niño Jesús que no tengo ni un siglo; ni medio.



miércoles, 24 de septiembre de 2008

Los paralenguajes.


Siempre he estado interesada en el lenguaje, me gusta una buena charla, aprender otros idiomas, no dejar de estudiar el propio… pero será por el trabajo de observación que requiere, que el llamado lenguaje kinésico –o del cuerpo-, es que me apasiona.

Nuestro cuerpo habla a voces, alto y claro, y ya no digo con los gestos de la cara, tan evidentes, hablo de: manos, hombros, piernas, cabeza... Y los mejores para definir a alguien son los que se hacen de forma inconsciente.


De eso saben muy bien los chavales que tienen que pasar duras cribas psicológicas para entrar en los cuerpos de seguridad del estado. Y los psicólogos que tienen en frente, no digamos. Lógico, poder y un arma no se le deben dar a cualquiera.


Recuerdo también que tenía una compañera en la carrera -muy brillante por cierto-, que siguió estudiando y se licenció en psicología. Ella cuando conocía un chico lo hacía pasar por lo que llamaba “La prueba del café”; sin él saberlo, claro.

Antes de nada lo citaba en una cafetería y estudiaba minuciosamente cada uno de sus gestos: cómo llamaba y hablaba el camarero, cómo echaba el azúcar y movía el café, la forma de beberlo, si había algo de comer por medio era mejor, su postura en la silla, el movimiento de sus manos al hablar… Era realmente una experta en el tema, además dominaba la técnica hasta el punto de no perder la sonrisa, ni el hilo de la conversación mientras tanto.

Lástima que siga solterita una chica con tantas capacidades. “Si es que no se puede ser tan “tiquismiquis” Mari Puri, que habría que ver cómo te tomabas tú el café” (bueno, sí lo sé, pero mejor no lo digo).


Son casos extremos, y no quiero diluir lo interesante del tema. Hagamos un ejercicio práctico para ilustrar mejor todo esto.

Estamos en la consulta de un médico, muy buen sitio para realizar un test kinésico. Vamos a observar a las personas que aguardan en la sala de espera:


- Una chica bastante delgada hojea una revista pasando las hojas muy rápido, al tiempo que sigue con el pié el pedal imaginario de una máquina de coser de las de antes.

- Un señor muy trajeado tiene la mirada perdida y está muy quieto, a excepción de sus manos apoyadas en su regazo. Tiene los dedos cruzados, menos los dos pulgares con los que hace círculos al aire.

- Una mujer de mediana edad, sentada en el filo de la silla está encorvada sobre su móvil, que no deja de toquetear; el cual parece dominar como la mejor de las quinceañeras.

- Hay dos chicos más: uno de ellos está como hundido en el sillón, sus piernas tienen un doble cruce, y sus brazos también los tiene cruzados en el pecho. En cambio el otro tiene cruzada una pierna en la otra, con el tobillo encima de la rodilla, y con sus manos no para de colocarse bien la campana del pantalón.


Bueno, puede haber muchos más ejemplos, este lenguaje es muy rico. Pero seguro que sólo con esos ya habéis ido sacando alguna idea y posible conclusión. Es cuestión de “menos hablar y más observar”, para escuchar los cuerpos ajenos, que tienen mucho que decirnos. Así que abre los ojos y escucha a través de ellos.


lunes, 22 de septiembre de 2008

Carta para Otoño.

Mi queridísimo Otoño:

¡ya estás aquí!, esta vez no te has hecho esperar, aunque yo te estaba esperando. Siempre te espero, ya lo sabes.

Ahora que lo pienso, nunca te pregunto dónde has estado, si has tenido buen viaje, y sobre todo… si tú también tenías ganas de volver conmigo. Bueno, tampoco importa demasiado. Lo importante es eso, que ya te tengo.

Te echaba de menos, y aunque preparaba tu venida para disfrutar de tu compañía los días que tenemos por delante, siempre pasa lo mismo… llegas de pronto, luego los meses pasan volando, y cuando quiero enterarme, ya te has marchado. Pero bueno, no pensemos ahora en despedidas.

¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti? Tus colores y tus olores. Son colores cálidos: marrones, ocres, granates… Y si cierro los ojos y te aspiro, me inundo de una frescura que me da vida. Hueles a limpio, Otoño, a agua recién caída… ¡ay ese olor a tierra mojada! ¿A quién no le enamora?

¿Y sabes otra cosa? Te puedo ver, oler, oír y hasta saborear si cierro mi boca con fuerza y rebusco sabores con mi lengua; pero daría algo por poder tocarte Otoño. En cambio, tú sí me tocas a mí. Me acaricias con tu brisa, con tu lluvia en mi cara, en mis manos. Y me acaricias también cuando cierro ventanas y me acurruco sobre mí misma, mientras te contemplo a través de los cristales.

Ven, acércate y tápame, que ya me haces sentir los primeros escalofríos del placer de tenerte aquí.

Vuelve muchas veces, Otoño. Y no te olvides nunca, que yo siempre te estaré esperando en mi ventana.

Un fuerte abrazo de hojas crujientes.


viernes, 19 de septiembre de 2008

Historia de amor entre dos agujas.


El destino es siempre así de caprichoso, y nunca se sabe cual será el hilo que las una. Lo mismo puede ser verde, en primavera; azul, junto al mar; rojo pasión, en un bar de copas; rosa chicle, comprando chuches en un kiosco… la paleta de colores no tendría límites.

Como siempre sucede también, la atracción física es lo primero. Se tienen que atraer y acoplar en tamaños, texturas, grosores, números. Cada número de agujas tiene un tejido adecuado. Aunque a veces se pueden tejer cosas raras y extravagantes; como agujas muy gruesas con hilos muy finos… agujas muy finas con hilos extraños llenos de marras…

Una vez que se han puesto de acuerdo en todo, empiezan a conocerse punto por punto, creando entre ambas una especie de tela de araña de lana o hilo, que las trenza con simétrica precisión.
Al principio siempre enseñan su mejor cara, sin estridencias ni sobresaltos, poco a poco. No se conocen y hay que ir despacio.

- “Yo ahora arriba, tú después abajo… te dejo que me eches el brazo por encima, y unos puntos más adelante lo dejo caer…”
- “¿Te parece bien que yo te haga dos al derecho y luego me dejo que tú me hagas tres al revés?”

El sonido del clin-chin de las agujas, al chocar y rozarse, empieza a tener su ritmo, es como si brindaran de alegría a cada segundo. Las pasadas se suceden, el tejido crece y crece, y va apareciendo un bonito dibujo; algo hecho por los dos.

- “¡Pero cuidado! ¡Que se ha escapado un punto! ¡Que te has confundido en el dibujo!”

No queremos más agujeros de los necesarios, así que toca reconocer los fallos y sacar las agujas, para tirar del cabo con gran pesar. Hasta en las mejores relaciones hay despistes y malos entendidos. Lo importante es tener la comprensión y paciencia suficiente para volver a empezar por donde íbamos bien.

Cuando la relación va ya muy adelantada llegan las auténticas normas de pareja. Hay que sisar, escotar, recortar, rajar… poner cuello, crear mangas, hacer bolsillos… También a veces hay quien se aburre, busca algo fuera de la monotonía, y tejen cositas donde es necesaria una tercera aguja auxiliar; un trío… la fantasía de más de uno, vamos.

Y no digamos si se teje algo más complicado aún, como calcetines o guantes, ahí se necesitan varias agujas: cuatro, cinco… lo más parecido a una orgía, vaya.

Una vez terminada la prenda la satisfacción de las agujas es inmensa, es su gran obra, creada con el enorme esfuerzo de llevarse bien. Ahora sólo queda que se aprecie el trabajo y se cuide la prenda con esmero y cariño. Aunque para qué vamos a engañarnos, al final a todas acaban saliéndoles pelotillas, agujeros y deformaciones. Pero ¡qué cómodas y confortables son esas prendas viejas y usadas! Para andar por casa son las mejores,
¿o no?

martes, 16 de septiembre de 2008

Acelerando la vida.

Me he enterado hace poco de una moda que circula por la blogosfera, se trata de los llamados “Memes”. Para quien no haya oído hablar, explicaré por encima que se trata de una especie de cadena humana, donde los blogueros escriben listas de cosas que les gustan, que no les gustan, que les hace felices… etc. Me voy a abstener, por respeto al personal, la opinión que me merecen. Aunque de entrada los renombraría en la línea que lo ha hecho Herodes, con lo de “La patata caliente”; y con eso lo digo todo.

Pero para mi sorpresa, el otro día con una noticia en la tele, me quedé atrapada haciendo mi propio “meme” (tiene guasa el nombrecito, en mi tierra esa palabra tiene otra acepción más de “las partes bajas”).
Realmente lo que sucedió es que llegué a asustarme muchísimo, ignorante de mi supongo, pero es que no tranquiliza nada eso de “gran acelerador de partículas”, “recrear el Big Bang”, “agujeros negros que se tragarán la tierra”, “descubrir los secretos del universo de golpe”… como el que descubre America, que también se comparan con el mismísimo Colón.
Por lo visto el momento cumbre será en Diciembre, eso por si me gustaban poco las Navidades, veremos si me las dan pero bien este año.

El caso es que desde entonces llevo estrujándome las entendederas, no para intentar comprender tamaña osadía, sino para elaborar mi lista de cosas por hacer, por si nos vamos al país de irás y no volverás. Y nada, no se me ocurre nada, precisamente por eso mismo, porque nos iríamos TODOS, allí mismo y desfilando.

¿De qué serviría desear hacer antes las paces con mis enemigos? Si esos andan enrocados, yo no sé suficiente ajedrez… y además ellos también desaparecerían.

¿De qué serviría desear ser abuela? Imposible en sólo tres meses… y pobre futuro el que les esperaría a mis nietos.

¿De qué serviría el deseo de aprender a tocar bien un instrumento? Si por mucho que me aplicara iba a parecer uno de los músicos del Titanic.

Después de muchas vueltas sólo se me ocurre un deseo: que no suceda nada irremediable y esos científicos no se equivoquen.

Por el bien de TODOS.

Panorámica en seis disparos.

Primera foto:
Pepe Risas cumple siempre, de abajo arriba, el mismo ritual antes de salir de casa: veloces patines en los pies, mochila a la espalda, una de sus muchas cámaras fotográficas colgada delante al cuello y por último su gorra de visera; la misma que deja escapar alocados rizos a los cuatro vientos.

Segunda foto:
Lleva prácticamente de todo para hacer sus fotos, de todo menos un trípode para realizar las que más le gustan: las panorámicas; ya que ha encontrado su técnica particular, y no necesita ese frío artilugio extensible.

Tercera foto:
El momento mágico sucede cuando topa con unas vistas tan amplias, que es imposible captarlas dentro de una única foto. Es entonces, cuando haciendo honor a su apellido, deja escapar una de sus espontáneas risas, a modo de divertida sirena de alarma, con la que comienza el espectáculo, y el alucinante proceso fotográfico en serie.

Cuarta foto:
Sus patines se paran en seco en medio de la calle, tensa su delgado cuerpo, y como por encanto salta un enorme calamar desde dentro de su mochila al suelo. El insólito animal, rápidamente se coloca detrás de las rígidas piernas de Pepe, abrazándolas con sus largos tentáculos.

Quinta foto:
La sincronía telepática entre el calamar y Pepe Risas es casi de relojería suiza. El calamar sabe el momento preciso en que debe hacerlo girar sobre las ruedas de los patines, al sonido del clic de la cámara fotográfica, preparado siempre para el siguiente movimiento exacto en la misma dirección.

Sexta foto:
¿Para qué necesita él ningún trípode? cuando en su calamar mochilero tiene el mejor de los trípodes del mercado.
Siento desvelar tu secreto Jose; pero que sepan todos la auténtica verdad de las fotos panorámicas de Jose Peris, Ercalamar

Con un poco de fantasía en nuestras vidas,
seríamos un mucho más libres.

Así que no dejes nunca de hacernos imaginar que paseamos por esas maravillosas plazas tan lejanas.


jueves, 4 de septiembre de 2008

Salud, Dinero y Amor. (Reeditado 8-9-08)

Eso nos decía aquella, más que versionada, canción. Y encima sentenciaba: “el que tenga estas tres cosas que le dé gracias a Dios”, como si fuera tan fácil.
Supongo que el orden al colocar las tres palabritas, sería para encajar letra y música, porque al menos yo no estoy de acuerdo tal cual. El dinero lo pasaría al último lugar, e incluso más allá.

Este verano, a parte de resolver Sudokus y escribir “ventoleras”, he estado leyendo cosas muy interesantes sobre taoísmo chino. Listos estos chinos, y profundos, tenemos mucho que aprender de esa cultura milenaria. Aunque creo que por mucho que conozcamos y estudiemos su cultura, siempre seremos diametralmente opuestos.

De entre todo lo que he leído, me gustó especialmente sus cuatro objetivos fundamentales; objetivos que ellos ordenan con una lógica aplastante.

Brindo la oportunidad para que los ordenéis según vuestro criterio y más tarde reeditaré con la solución del dilema.

Los 4 objetivos taoístas son:

Longevidad – Paz – Felicidad – Salud.

Hay 24 combinaciones posibles, así que ánimo y a dar con la correcta.

REEDICIÓN

Ahora pienso que intentar explicar, en este medio tan limitado, algo tan profundo y lejano como son los objetivos taoístas, es cuanto menos de una ingenuidad pretenciosa. Pero voy a tratar de hacerlo salvando errores, y teniendo en cuenta que no soy ninguna estudiosa del tema. Tan sólo alguien que ha leído algo interesante y quería compartirlo.

Empezaríamos por aquello que es capaz de moverlo todo, de ponerlo en marcha como motor de vida y que debería abarcar todos los aspectos de nuestra vida ¿qué podría ser? la felicidad.
Pero si algo caracteriza a la felicidad es su fugacidad, por eso si conseguimos una felicidad plena, entonces podemos alcanzar el segundo objetivo: la longevidad.
Ya tenemos una mente sana en un cuerpo sano ¿qué objetivo obtenemos con estos dos ingredientes? la salud. Si eres feliz durante una larga vida, eso nos daría el equilibrio necesario para una salud más allá de cualquier medicina.
Imaginaos ahora: eres plenamente feliz durante una larga vida, llena de equilibrio y salud… así conseguimos la paz.
Cuando tuve que hacer este mismo acertijo -yo también-, de entrada era de lo único que estaba segura, que la paz iría al final. El descanso que nos proporciona la paz al final de un largo camino.

1º - fu “felicidad”.

2º - shou “longevidad”.

3º - k’ang “salud”.

4º - an “paz”.

Espero que os haya servido de algo la reflexión a la que os he invitado, y la explicación dada. Si alguien quiere ponerlo en práctica, ahora os daré la primera lección de taoísmo, para comenzar los objetivos y alcanzar la paz; sería la siguiente:

“Aprender a ver lo que hay de bueno en lo malo y lo que hay de malo en lo bueno”

Ambas cosas son lo mismo, como el yin y el yan.

El perfecto equilibrio siempre.