jueves, 17 de enero de 2008

Aros mágicos.


Hace semanas que no dejo de pensar en lo volubles que pueden llegar a ser las relaciones humanas. Pero lo curioso ha sido la imagen que reiteradamente aparecía en mi mente. No he visto nombres, ni caras, ni caras ligadas a esos nombres, ni tan siquiera situaciones vividas o no. La imagen que he visionado una y otra vez ha sido la de un mago haciendo el truco de los aros metálicos chinos. Era como si tratara de demostrarme a través de sus elegantes gestos, el por qué suceden cosas inexplicables.

Primero me enseñaba sus manos abiertas, blancas, finas sin curtir. A continuación, se subía las mangas de su impecable chaqueta, para después abrirla por delante, mostrando su forro limpio, como el que nada esconde.

- “¿Confías en mí? No hay trampa, no hay cartón. Sólo carne, tela, y unos cuantos aros con los que te haré soñar que todo es posible.” Me decía sin perder su sonrisa estelar.

- “No tengo por qué desconfiar, además esos aros me parecen tan perfectos, tan brillantes, que hipnotizan mi mirada sin querer”. Así que me entrego al espectáculo sin temor, como una niña ingenua a la que van a sorprender con algo maravilloso.

Él me muestra los aros cromados uno a uno, están sueltos, son libres, independientes unos de otros. Los acaricia con parsimonia pasando sus dedos por el contorno suave, donde no hay tropiezo de grieta alguna. Cuando de pronto, en respuesta a un choque seco entre dos de ellos, estos quedan enlazados. A continuación, hace lo mismo con un tercero, con un cuarto… así hasta unirlos todos en una escalera de originales peldaños redondos.

Los mueve y suenan, hacen ruidos chispeantes pero no es metálico. ¿Ríen?, ¿lloran?, tal vez intentan decirme algo y no los consigo entender. Creo que gritan lo poco que va a durar esa unión, que parece tan férrea. Entonces el mago los acerca a sus labios, y con un suave soplido de su boca, estos se vuelven a separar con lentitud, uno a uno. Sin dolor aparente, de forma casi sibilina; leve aire que lo deshace todo. Ha conseguido sorprenderme, porque no lo esperaba, pero no es placentero en absoluto. Esa bonita escalera rota para siempre, me rompe por dentro.

- “Otro día intentaré no confiar tan alegremente en ti, mago caprichoso”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta.Encuentro el texto muy metafórico e invita a la reflexión.

El Ratón Tintero. dijo...

Me ha ocurrido, es rigurosamente cierto. Una de esas cosas que se sueñan con los ojos abiertos. Y digo "cosas" por no decir "pesadillas".