lunes, 28 de enero de 2008

Carta a Joaquín el cartero.

Querido Joaquín, te escribo desde el más acá, por tu recuerdo que hoy me viene a la memoria.

Si vieras lo que ha cambiado esto de la comunicación epistolar, otro mundo. Se han perdido los fondos y las formas. Ahora todas las cartas son “on line”, que para que tú te enteres, es lo mismo que decir: imposible de tocar y guardar atadas con cintas de colores, o metidas en la lata de carne membrillo. Nada de papel cebolla al escribir largas cartas para que pesara menos, y costara menos el franqueo. Nada de sobres y sellos. Nada de pulidas caligrafías inglesas y besos marcados al final con lápiz de labios.

Ahora Joaquín, que nada nos cuesta una carta de amor de varios folios, sólo escribimos telegráficos e-mails. Los sobres y sellos se han convertido en iconos, un pequeño dibujito alusivo. Lo mismo que en lugar de los besos de antes, ahora tenemos más dibujitos con caritas amarillas; emoticonos que se llaman esas bolitas hepáticas. Y las caligrafías son fuentes, que no de agüita fresca, sino de tipos de letras a elegir. ¡Que hasta se nos está olvidando escribir de puño y letra Joaquín!

Cuando pienso en esa enorme cartera de cuero que cargabas al hombro, a rebosar de cartas, tan enclenque como estabas. Yo no sé ni como podías con ella. Comprensible las paraditas en cada bar que te ibas encontrando. Al final no sé si dejaste de trabajar por terminar ahogado en alcohol, o es que te echaron del trabajo, por culpa de la cantidad de cartas que perdías, con la moña diaria que pillabas.

Pero eso sí, ¡como te esperábamos! ¿Ha pasado ya Joaquín? ¿Cuándo pasará hoy? ¿Se habrá parado en el bar de la esquina? Mala cosa entonces… Aunque, que bien sonaba tu voz cascada, cuando voceabas el nombre de la agraciada con carta.

Ahora Joaquín, la mayoría de los carteros son carteras, pero no de las del dinero, sino mujeres. Las puedes ver venir de lejos, uniformadas de azul y amarillo intenso, empujando un carrito como si fueran a la compra. Sin embargo ya nadie las espera con esa impaciencia, porque estas sólo traen cartas del banco, propaganda y poco más.

Sin embargo, algo bueno hemos ganado con tanto cambio novedoso, y es que las cartas llegan al instante y al menos ya nunca se pierden por los bares del barrio.

Descansa allá donde estés, porque esto ya no tiene vuelta atrás y a ti no te gustaría, seguro.

Un abrazo de Adelita, una de tantas que te esperaban a diario, siempre con la mayor de las ilusiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué razón tienes, ratona! Antes, la llegada del "señor" cartero era todo un acontecimiento y una carta era una ventana abierta al mundo. Dímelo a mí, que en mis siete largos años de internado salesiano las cartas eran lo único que me unían a la vida real, al mundo exterior y a pesar de que nos las daban abiertas era un placer romper la tirilla del sobre para sacar nerviosos su contenido, que si iba acompañado de una foto, entonces era la ostia!!!!