miércoles, 16 de abril de 2008

Tres Hiperbreves con manía persecutoria.

Viajeras encaradas.

Esos asientos de espaldas a la marcha del autobús suelen poner nervioso a quien se sienta en ellos. La chica que tenía frente a mí en esa posición parecía estarlo.

No dejaba de mirarme, aunque tal vez lo que intentaba era evitar mirar por la ventanilla para no marearse. Pero el caso es que me sentía incómoda y observada, sus vibraciones negativas me estaban contagiando sin poder evitarlo.

Nada más llegar a mi parada salí de allí lo más rápido que pude. El aire libre de la calle me alivió, hasta el momento en que me tocaron el hombro por detrás, me volví, y allí estaba ella de nuevo. Era como el fotograma de una pesadilla, cuando con una sonrisa me ofreció mi propia carpeta diciendo: “Perdona, te has olvidado esto en el autobús”.


En primera fila.

Aún quedaban ponentes por hablar en la conferencia, y uno de ellos no dejaba de mirarla fijamente con una risita colocada.

Ella ya no sabía cómo sentarse, la butaca le quemaba. Si cruzaba las piernas con aquella falda, lo podía empeorar. Si se ponía demasiado recta, el botón de la blusa amenazaba con abrirse.
La tomó con el bolso: bolso arriba, bolso abajo, bolso a un lado, mirada dentro del bolso... Y aquél conferenciante que ni siquiera ladeaba la cabeza. Su único objetivo parecía ser ella.

Inquieta, echaba un vistazo hacia atrás para cambiar de sitio, cuando escuchó que le tocaba el turno al insistente señor.
_ ... paso la palabra a Don Guillermo Alarcón, delegado de la once.


Todo a su hora.

Estaba claro que lo seguía, y resultaba extraño que una mujer lo siguiera así. De ser un hombre se habría enfrentado a él para pedirle explicaciones por la persecución, pero con una mujer no sabía cómo reaccionar.

Cambió su recorrido por calles poco transitadas, y ella detrás de él como su sombra. Se paró en un escaparate de ropa de caballero, y veía el reflejo justo mirando por encima de su hombro. Notó la boca seca por los nervios que empezaba a sentir, así que entró en un bar a tomarse algo, y desde el final de la barra lo miraba con descaro.
No podía aguantar más la presión. Se fue directo hacia ella y cuando la miró a los ojos lo comprendió todo.

_ ¿Sabes ya quién soy? Vengo por ti.
A lo que él respondió con resignación.
_ Está bien, Parca. Estoy preparado. Vamos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias¡¡¡quiero mas