viernes, 9 de noviembre de 2007

¿Bailamos?

Todos me envidiarán cuando sepan que eres mía. Déjate llevar mi amor, verás como esto será la danza sensual más veces interpretada. Necesito moldear tu cuerpo, hacerte girar y girar entre mis brazos hasta que se te vaya la cabeza. Pero no temas, que yo te agarro fuerte a la vez que con dulzura. ¡Vamos preciosa! ponte en mis manos que te encantará sentir como te toco, sentir como ciño mis dedos a ese suave cuello de abajo arriba, de arriba abajo. No temas tampoco, sé hasta donde tengo que apretar sin hacerte daño, porque luego no quiero acabar contigo rompiéndote en mil pedazos.
Pero ahora no, ahora me hechiza tu color carne entre mis manos, manos chorreando tu sudor carnoso, que limpio en mis muslos con codicia. Ahora me fascina crearte con mis palmas, palmo a palmo, pliegue a pliegue. ¡Me siento tu dueño, me siento Dios! Acaricio tus curvas de abajo arriba, poco a poco hasta llegar a tu boca y en ella meto un dedo, dos dedos, tres dedos… y al revés; el pulgar dentro, los otros fuera… los mojo en agua y te doy de beber con ellos, tienes sed, lo sé. Pronto pasarás más sed aún, así que bebe, ¡bebe princesa mía! Creo que ya estás lista, completa, plena, he conseguido terminar mi obra de nuevo y estoy contento. Eres, justo como yo quería que fueras.

Con ambas manos, él agarró un fino alambre por sus extremos tensándolo fuerte, lo pasó por encima de ella hasta su pié y allí cortó a ras del torno. Sí, ya estaba lista para el horno. Sería la vasija más hermosa de todas.

1 comentario:

Gabriel dijo...

Bien llevado, bien terminado.
Un cuento para leer y para oír despacio, despacio... hasta el final.
Muy bueno.