lunes, 26 de noviembre de 2007

Carta a un maltratador.

25 de Noviembre.
Día Internacional de Lucha Contra la Violencia de Género.


No sé como empezar esta carta. Tengo muy claro lo que quiero decirte, pero nada más empezar, me he quedado más en blanco que este papel. ¿Cómo me dirijo a ti?: ¿Querido padre?, ¿Mi querido papá?... Recuerda que torturabas a mi madre con aquello de: “A saber si esta es hija mía”. Ambos sabemos que lo soy, eres quien me dio la vida, aunque ser padre es otra cosa y no te lo voy a explicar a estas alturas.

Muchas veces, cuando salía en la tele una nueva víctima a manos de su marido, me preguntaba qué sentirían sus hijos; qué sentirían todos esos huérfanos a la fuerza. ¡Y qué distinto es cuando ves noticias lejanas a ti!, cuando la posibilidad de que te ocurra es remota: inundaciones, incendios, robos… todo eso puede sonar muy lejos. Pero cuando en tu propia casa escuchas ese mismo tic-tac de la bomba a punto de explotar; es distinto. Cuando te tienes que tapar los oídos, escondida en tu cuarto, para no oír gritos y golpes; es distinto. Cuando te tienes que tragar lágrimas y mocos; es distinto. Cuando ves casi a diario a tu madre apaleada por dentro y por fuera, sin duda es distinto.

Tú me has convertido en uno de esos huérfanos con fecha anunciada. Tú y mi madre con su silencio, con su aguantar sin sentido, con su miedo calado hasta más arriba de las cejas; hasta taparle los ojos y el entendimiento. ¿Cuántas veces le pediste perdón? ¿Cuántas veces ella te perdonó? Para que tú volvieras a la carga una y otra vez, con los espacios de tregua más cortos cada día. Ella por fin ha dejado de tener miedo, ya no se le helará más la sangre cuando le susurres por detrás y al oído: “Te tengo que matar”. Mi madre está muerta y tú encerrado, ¿y yo?, yo no te tengo miedo, pero estoy muerta por dentro y cerrada a ti para siempre.

Me pides que vaya a verte, que estás enfermo, que necesitas mi perdón, ¿más perdones quieres? Tuviste demasiado de esos. Tú quieres mi perdón y yo quiero que me olvides, que pienses que acertaste con aquella gota china “que yo no era hija tuya”; porque simplemente ahora no quiero serlo y porque ahora sólo Dios puede perdonarte.

Sigue tu vida, cumple condena y no quieras verme. Aquel día no acabaste sólo con ella, en el mismo viaje íbamos todos. Duro viaje sin billete de vuelta.

Sin más, se despide la que un día fue tu hija.

3 comentarios:

Isa dijo...

Es tu relato, un grano de arena puesto a merced del sentimiento que, desgraciadamente, muchos comparten.
Con tu sensibilidad te has solidarizado con ellos, y nos has llevado de la mano a los que hemos leído tu reflexión. Ojalá alguna vez pudiérmos dejar de oír un sólo caso más.

Anónimo dijo...

Nada más apropiado para homenagear a las mujeres que han caído bajo el yugo del maltrato; una verdadera historia realista que en esta sociedad en la que vivimos, tan patriarcal, se vuelve, por desgracia, tan real que ya son muchas mujeres las que no podrán acariciar a sus hijos o nietos...

Peneka dijo...

Hay tantas formas de morir como de vivir hay. Seguramente, la más dura y dificil es la de estar muerta en vida.No sé qué es lo que pasa por la mente de un ser humano para "por amor" matar a otra.¡Ojalá nunca nos quisieran asi!