con su carro que reboza,
la perdida esperanza
que traslada en su carroza.
Agarrando su asidero,
arropada en su toca
con su gastado sombreo,
por La Puerta del Sol, loca.
Sus ojos parecen frutas
del gran árbol de la vida,
podridas frutas maduras,
pintan la mirada ida.
Chirriar de carro cansino,
sonaban perros y gatos
el concierto matutino,
al compás de sus zapatos.
Con nadie jamás hablaba,
escribe papeles, callada,
su presencia pregonaba
la voz de silencio, helada.
el libro que escribía ella,
de su vida se reía entera,
soñando ser la más bella.
Libre gozaba recordar
su collar de caracoles,
cuando nadó en el mar
rodeada de mil soles.
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