martes, 12 de febrero de 2008

Todo un personaje: Estrella.

Se llama Estrella y es una de las curanderas más famosas de España. Estrella tiene ya más de ochenta años pero “sus poderes” vienen de largo. Cuando tenía tan sólo cinco años de edad, un día empezó a vomitar sangre, y de repente cayó muerta de manera fulminante. La amortajaron en su propia cama, le pusieron velas, la rodearon en duelo y en mitad de los rezos, la niña se levantó como si tal cosa - ¿Que hacéis aquí todos llorando? -, preguntó con el temple de una adulta, - Yo sólo he estado haciendo un largo viaje-. A partir de ahí empezaron “sus rarezas”, de tal modo que con nueve años ya visitaba y curaba, a escondidas por los caminos; porque en aquél entonces la guardia civil perseguía todo tipo de “brujerías”.

Ella jamás ha pedido dinero. Cuando atiende en consulta, no reza, no murmura ninguna oración. Siempre, toda su vida, y por extraño que parezca, ha prescrito medicinas de la farmacia. ¿Una mujer medio analfabeta que conoce todo el Vademécum? Es más, muchas veces ha “recetado” medicinas, que aún están en fase de experimentación, imposibles de encontrar en el mercado. ¿Quién le ha “soplado” a Estrella esa información a lo largo de ocho décadas?: “La Corte”; una corte de espíritus médicos que la acompañan en todo momento.

_ Bueno niña, dime ¿qué te pasa?
Le pregunta a bocajarro Estrella, a la chica debilucha que tiene delante.
_ A ver, dame tu brazo izquierdo, que te voy a hacer una prueba.
El mismo que coge con dos dedos para “diagnosticar” a los dos segundos:
_ Te voy a mandar unas medicinas, que te pondrán mejor los ánimos.
En un cuadernito empieza a mal escribir la medicación; cuando se para y cuenta:
_ Siempre que mando estas medicinas me acuerdo de una mujer muy viejecita a quién se las mandé también. La sacaron sus hijos del coche en brazos porque no podía ni andar, y le dije que volviera al mes para ver como le iban. No habían pasado ni veinte días, cuando me la veo entrar caminado como un gorrión, tan alegremente. Se sentó ahí mismo donde tú estás ahora y me dijo “Las medicinas me han ido muy bien, ya lo ve usted, pero ahora tengo un gran problema: que me han dado ganas de macho”. Mira, sus hijas ahí sentadas en el sofá se tiraban de risa, pero la vieja siguió con una voz así muy entrecortada por su edad, a ver, ¡si tendría muchísimos años! “Así que señora Estrella, a ver ¿como hacemos ahora? Si mi marido ya no es macho el pobrecito mío…”

Complicado dilema para Doña Estrella, una de dos: o le recetaba algo acorde al marido de la anciana, o bien cambiaba el consultorio por uno sentimental de la tercera edad, para buscar un nuevo marido a tan jubilosa enferma. Aunque el verdadero problema lo podía tener la chica que tenía delante, con los ojos abiertos como platos, que no sabemos si disponía de macho para lo que se le avecinaba.

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