miércoles, 27 de febrero de 2008

Carta a Andalucía.

Querida Andalucía:

Me decido a escribirte esta carta ahora que se acerca tu día, pero créeme que lo lamento, porque lo hago desde la decepción más absoluta, desde las fuerzas agotadas de esperar y esperar a que todos tus hijos nos sintamos andaluces de verdad y para siempre, lejos de provincianismos mediocres. Tú poco puedes hacer para remediarlo, somos todos nosotros: jienenses, cordobeses, sevillanos, onubenses, gaditanos, malagueños, granadinos y almerienses; los que no somos capaces de apreciarte en toda tu magnitud para conseguir así la unidad y fuerza que deberíamos tener a estas alturas de la historia.

¿En qué momento cada uno de nosotros hemos tenido ese pellizco de sentirnos tuyos, de estar orgullosos de ser andaluces? Yo por ejemplo, si miro hacia atrás y busco cuando tuve realmente conciencia de ti, me tengo que trasladar a la friolera de hace casi treinta años, el 4 de diciembre de 1977. Era mi primer año de universidad y participé con mis compañeros de clase en aquella Primera Manifestación por Andalucía. Recuerdo que íbamos muchísimas personas, tantas que apenas nos movimos del sitio, colapsando las avenidas. Todos “chuleta” en mano, intentando no desafinar demasiado con tu hasta entonces desconocido y complicado himno. Aquel día todas tus ciudades y pueblos se convirtieron en un océano inmenso de Verdiblancas: “verde de esperanza y blanca de paz”; claros conceptos que reflejamos hacia fuera, porque es cierto que somos gentes esperanzadas y pacíficas.

Llámame nostálgica, pero fue un momento único, histórico y pienso que hasta irrepetible. Nos habían zarandeado para ver qué caía y cayó fruto maduro, dulce y jugoso. Reaccionamos como nadie esperaba, ni siquiera nosotros mismos. Sorpresa colectiva cuyo único misterio fue escuchar la llamada interna de cada uno, lanzándonos a la calle para formar juntos un gran todo llamado ANDALUCÍA.

Y ahora, ¿Cómo te ves después de tantos años?, reconoce que te quedaste muy lejos de aquellos sueños e ilusiones. ¿Crees que tiene alguien la culpa?, ¿los políticos tal vez?, ¿le echamos la culpa a que eres muy grande?, ¿a que estuvimos divididos andaluces orientales y occidentales durante casi tres siglos y ese lastre se arrastra?, ¿tan difícil es “hacer piña”, cuando son tantas las diferencias entre nosotros?

Tal vez deberíamos empezar por estar orgullosos de pertenecerte, precisamente gracias a eso: porque eres GRANDE y porque eres DIVERSA, y ambas cosas son siempre RIQUEZA en todos los sentidos.

Sin más, se despide una andaluza, que así se siente a pesar de todo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"La bandera blanca y verde
vuelve tras siglos de guerra.."
!Qué himno más bonito!
!Qué suerte tenemos de ser lo que somos...!.
Tierra grande ,hermosa y gente de bien.
Hemos avanzado mucho pero nos merecemos MÁS.

Anónimo dijo...

viva ANDALUCIA una,grande y nuestra

Anónimo dijo...

Lástima de lo que pudimos llegar a ser y de lo que realmente somos...
Tenemos los políticos que nos merecemos y aunque sea duro decirlo, nos hemos instalado en el subsidio de lo que sea y ... ¿para que luchar por cosas mejores?

Anónimo dijo...

Respuesta a La Ratona, Carta a Andalucía

Hace algunos días recuperé de un viejo archivo un listado de números de teléfonos, direcciones de correos electrónicos y nombres de mis antiguos compañeros de carrera de Magisterio, promoción 1977/198…, incluidos los que repitieron cursos. Hubo un intento para reunirnos a principios de la década, pero no cuajó. Desde entonces no he sabido casi nada de ellos… ¡Qué buena panda de gente, pardiez!
Entre estos datos estaba el de una querida compañera, La Ratona, cuyo blog recomiendo encarecidamente y al que he puesto un enlace en la parte superior izquierda de la página principal de este simulacro de blog mío.
En una de las secciones que La Ratona desgrana en su página, dentro de Epistolario, hallé una Carta a Andalucía. Me pareció que los años no habían pasado, ¡y sí que lo han hecho!, desde ese lejano 4 de diciembre de 1977, que es para muchos de nosotros, cincuentones ya, el auténtico Día de Andalucía. Nos juntamos todos: amigos, familiares, compañeros de estudios y alguno más que pasaba por allí. Fue un día de fiesta, incluidas las carreras al final de la manifestación, cuando aparecieron grupos de ultraderechistas y la policía se quitó de en medio. Eran otros tiempos y todo el que no haya conocido cómo era España, y cómo era Andalucía, en aquella época, la sucesión de cambios, los esfuerzos individuales y colectivos de muchos para que la cosa funcionara, todo el que entienda esos momentos como algo anecdótico o “cosas de mis padres, que son unos carcas”, no sabe de la misa la mitad.
Aquel 4 de diciembre la convocatoria se iniciaba en La Pasarela y desde allí continuaría por la entonces transitada calle San Fernando, Puerta de Jerez, Avenida (la Avenida siembre será la Avenida) y, por fin, la Plaza Nueva. El recorrido de los manifestantes por una Andalucía libre de cadenas y de pobreza, una Andalucía con ganas de ponerse en cabeza y de quitarse el traje de volantes, se llenó de colores blancos y verdes. Algunos no sólo llevábamos en las manos la chuleta con la letra del imposible –entonces- Himno de Andalucía: portábamos banderas, había chicas con lacitos blanquiverdes en las coletas… Fue un espectáculo de ciudadanía, de libertad y de empuje como sólo la juventud de entonces pudo dar.
Se pregunta mi amiga La Ratona qué sucedió con esa Andalucía y con aquellos andaluces.
Yo no lo sé, Ratona. No sé si la culpa fue de nosotros, de los políticos, de la guerra de Irak o del cha-cha-chá. Lo que sí sé es que aquellos jóvenes que fuimos nosotros, estudiantes en una universidad donde se practicaba la actividad más o menos política (eran los tiempos de la Reforma, con mayúscula), donde se estudiaba y se pasaba lista, en la que había compañeros, “estudiantes profesionales” que estaban afiliados al Partido del Trabajo, al Movimiento Comunista de Andalucía y algún Guerrillero de Cristo Rey, aquellos jóvenes, repito, no teníamos teléfonos móviles para convocarnos mediante SMS, escribíamos todas las letras de todas las palabras, incluidas las tildes, en vez de decir “ns bmos n l kaye btis”, no disponíamos de internet para “copiar y pegar” nuestros trabajos, apuntes, tesis y tesinas. No practicábamos el noble arte del botellón porque, en primer lugar, los padres de esos jóvenes universitarios nos habrían montado el pollo, muchos pollos, todos los pollos del mundo, y porque, además, sabíamos divertirnos sin recurrir al embotamiento etílico. No critico lo actual, sólo comparo, y las comparaciones son odiosas.
Andalucía ha cambiado, Ratona, en muchos aspectos y ha mejorado en lo relativo a calidad de vida. Pero los cambios importantes están por venir. Continuamos siendo las chicas de la limpieza en las series, somos los graciosos de los monólogos o de los chistes; yo estoy cansado de los chistes de Lepe, ¿sabes?, porque Lepe es un pedazo de pueblo, con gente maravillosa y emprendedora que no se parece en nada a la que sale en esos malditos chistes. Estoy cansado de que se den los pronósticos del tiempo y se desglose Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y La Rioja, pero cuando toda dar la predicción de nuestra tierra se alude a un misterioso “sur”, como si el tiempo de Ayamonte fuera el mismo que el del Cabo de Gata… Me cansa que se hable y se escriba de los pobres catalanes que tienen problemas con los retrasos en sus trenes de cercanías mientras que en Sevilla hay cientos de miles de ciudadanos que NO tienen tren para moverse del Aljarafe a la ciudad. Me cansa esperar que comience a funcionar un metro cuya construcción se inició en 1975 mientras que otras ciudades menos relevantes disfrutan ya de ese medio de transporte. Me aburre, me cansa y me cabrea el estado de la enseñanza en Andalucía, y de eso entiendo porque lo vivo a diario.
Andalucía soñada por sí misma, Andalucía de cuento, Andalucía inacabada, tópica, previsible… la culpa es de todos: de nosotros por elegir a malos dirigentes, de los dirigentes por ser malos, nuevamente de nosotros por no exigir que los dirigentes obren en consecuencia y se ganen el sueldo que les pagamos. Andalucía adormecida por su gracia, su sol, su clima y su bla-bla. Nuestra culpa por no haber sido capaces de educar correctamente a nuestros hijos o a nuestros alumnos, los nuevos andaluces globalizados.
Andalucía necesita un formateo de su disco duro y un cambio de sistema operativo.
Ratona, a ver si Bill Gates saca un nuevo Windows o, mejor, un software libre que podamos instalar rápidamente para borrar los archivos viejos y crear nuevas carpetas.
Mientras tanto, aquí seguiremos algunos, ejerciendo el derecho al pataleo, que es costumbre muy nuestra.
Te debo un café.

El Ratón Tintero. dijo...

JC: ese café es ya casi un hecho, quien lo pague es lo de menos :-)
Gracias por este magnífico comentario, es casi un post :-D